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La depresión infantil es una enfermedad psiquiátrica agrupada dentro de los denominados trastornos del humor. Si bien su prevalencia es bastante baja (menor a un 1,5 % en preescolares), su diagnóstico precoz es clave para tratarla a tiempo y mejorar la calidad de vida de los niños que la padecen.

 

Causas de la depresión infantil

 

Las causas propiamente dichas no las conocemos; sí se sabe que hay un factor hereditario en juego, razón por la cual es importante considerar los antecedentes familiares de los pacientes para evaluar su propensión a padecer una depresión. También es sabido que aquellos pequeños que hayan sufrido la reciente pérdida de un ser querido, una situación de estrés significativo (una mudanza o un cambio de escuela) o presentan cuadros ansiosos o problemas de conducta o de aprendizaje tienen mayores posibilidades de sufrir esta patología.

 

Síntomas típicos de la depresión infantil

 

Algunos de los síntomas frecuentes que podemos ver son muy similares a los de la depresión mayor en adultos, como la irritabilidad exagerada, la falta de energía, los sentimientos de infelicidad, la desesperanza y los trastornos alimentarios. Otros, en cambio, resultan específicos de la depresión infantil y diversos de acuerdo con la edad de los niños.

En los lactantes, por ejemplo, suele darse la reacción de llanto sin consuelo incluso en brazos de la madre o un estado de tristeza que lleva al bebé a no reír ni sonreírse por ningún motivo.

En los niños preescolares los síntomas son más bien conductuales y suelen confundirse con fuertes rabietas. Algunos de ellos son: rotura de objetos a repetición, enuresis y alteraciones del sueño.

Por último, el aislamiento, el bajo rendimiento escolar o la pérdida de interés por el juego son algunos síntomas de alarma que encontramos en niños en edad escolar.

 

¿Cómo detectamos un cuadro depresivo en un niño?

 

Lo que, en un inicio, conviene que observemos es la falta de interés en su actividad principal: el juego. Siempre, en un niño, su indiferencia a la actividad, el movimiento y el entretenimiento es un elemento para tener en cuenta. Un niño triste sin duda no está bien; la falta de optimismo y de esperanza a tan corta edad son temas por los que merece la pena consultar a un profesional de la salud así como a un equipo especialista en psicología o psiquiatría infantil.

Por último, es importante que los padres o adultos a cargo del pequeño afectado comprendan que no es culpa de nadie. Se trata de una enfermedad a la que podemos darle tratamiento eficaz a base de medicamentos o psicoterapia asociada. Incluso el mindfulness puede contribuir a modificar algunos patrones de pensamiento o ideas erróneas en niños con una actitud negativa o un marcado rechazo por el juego.

La depresión infantil es una enfermedad seria a la que los adultos debemos prestar atención. De ahí la importancia de que el diagnóstico esté en manos de un equipo interdisciplinario experto en este tipo de trastornos.