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El País  29/05/2018

Rafael Guerrero

Decir cosas como “Deja de llorar por esa tontería, no seas exagerado” o “Desquicias a cualquiera” puede ser perjudicial para el niño y la relación familiar

Los padres hacemos lo que podemos. A veces nos gustaría hacer las cosas mejor o de otra manera, pero no siempre podemos. El día a día nos lleva a actuar o decir cosas de las que poco después nos arrepentimos. Además de ser padres, también cumplimos otros roles importantes en nuestra sociedad: somos maridos/mujeres, hijos, amigos, trabajadores y encima hay que cumplir con las tareas domésticas. Y todas esas funciones las cumplimos a la vez. Una auténtica barbaridad, ¿no os parece? Es por ello por lo que quiero dejar claro que no es mi intención hacer sentir mal a nadie con este decálogo, sino que seamos conscientes de las consecuencias que pueden tener para nuestros hijos algunas de las cosas que les decimos o hacemos fruto de la desesperación o el cansancio.

Mi admirado Donald Winnicott, psicoanalista inglés, solía utilizar el concepto de padres suficientemente buenos con el que criticaba la idea de que los padres sean superhéroes capaces de todo y defendía un desempeño moderadamente bueno para satisfacer las necesidades de sus hijos. Es por ello por lo que he querido escribir este artículo en el cual describo un total de diez frases que nunca deberíamos decir a nuestros hijos.

1. Deja de llorar por esa tontería, no seas exagerado. Las emociones que experimentamos en el día a día (rabia, miedo, tristeza, alegría, curiosidad) ocurren de manera involuntaria, automática e inconsciente, motivo por el cual, no deberíamos juzgar las emociones que experimentan nuestros hijos. No somos nadie para juzgar cómo se sienten los demás, y mucho menos, a nuestros hijos. Comentarios similares son: “pero, no te enfades por eso, no merece la pena (como si al niño le apeteciera estar enfadado) o “no entiendo por qué te dan miedo las hormigas” (seguramente el niño tampoco lo entienda, pero el caso es que siente miedo).

2. Puedes conseguir todo lo que te propongas en esta vida. Pero ¿por qué les mentimos? ¿Acaso esto es cierto? Dicen que el refranero popular es muy sabio, pero en ocasiones transmite ideas erróneas: querer es poder escuchamos y decimos muy a menudo. Desgraciadamente, no todos nuestros hijos valen para todo y son capaces de todo. Por lo tanto, a veces, por mucho esfuerzo que invirtamos, no conseguimos lo que queremos. Tenemos que cuidar los mensajes que transmitimos a nuestros hijos porque ahí van encriptadas nuestras expectativas sobre ellos.

3. Lo importante es dedicar tiempo de calidad a tus hijos. En muchas ocasiones escucho este mensaje erróneo de que, aunque sean 15 minutos al día el tiempo que vea a mi hijo, si es de calidad, eso es lo importante. Nada más lejos de la realidad. Los niños necesitan que sus padres estén mucho tiempo con ellos y que además ese tiempo sea de calidad. En conclusión, los padres tenemos que estar disponibles físicamente para nuestros hijos, así como mostrarnos sensibles ante sus necesidades. Por lo tanto, tenemos que estar en cuerpo y alma con ellos.

No debemos decir frases como: “tu hermana es más pequeña que tú y es bastante más responsable” o “si estudiaras como Daniel te irían mejor las cosas

4. Me tienes harta, hoy no soy tu mamá. Como decíamos al principio, la labor de las madres y los padres es tremendamente compleja. Mucho estrés en el trabajo, problemas familiares, compromisos sociales y la cantidad de atención que requieren nuestros hijos, a veces, nos hace estallar al sentirnos frustrados o incapaces de llegar a todo. Por esa razón en ocasiones acabamos diciéndoles cosas tan hirientes como “hoy no te voy a querer”, “no estoy disponible para ti” o “no voy a ser tu mamá”. Debemos ser conscientes del daño que ocasionan estas frases, ya que influyen directamente en la autoestima de nuestros hijos. La autoestima es el factor que mejor predice la calidad de vida de nuestros hijos. Con ser conscientes de que las estamos diciendo, ya es un paso para dejar de pronunciarlas.

5. Aprende a hacer las cosas por ti mismo porque yo no voy a estar toda la vida para ayudarte. Es verdad que no vamos a estar toda la vida detrás de nuestros hijos. Queremos que sean lo más autónomos posibles en los diferentes ámbitos de la vida, pero todo requiere un tiempo. Hace aproximadamente un año estaba en una fiesta de cumpleaños infantil con mi hijo, cuando una niña pequeña se cayó al suelo y comenzó a llorar. Todos los padres acudimos a calmar a la niña. Bueno, todos menos sus padres. A lo lejos se acercaban a ritmo lento sus padres diciendo dejadla, en algún momento se tendrá que valer por sí misma. Estos padres están en lo cierto; en algún momento, pero no ahora con 3 años. Por lo tanto, dotemos a nuestros hijos de herramientas, destrezas y habilidades para desenvolverse con eficacia en los diferentes conflictos y contratiempos para que en un futuro lo puedan hacer ellos de manera autónoma.

6. Tu hermano lo hace bastante mejor que tú. No es nada positivo que comparemos a nuestros hijos con sus hermanos, primos o compañeros de clase. Cada uno de nosotros llevamos un ritmo y un desarrollo. Cada vez que comparamos ponemos en evidencia a los niños en alguno de sus aspectos. Además, las comparaciones suelen ser negativas, dejando mal a nuestro hijo. Es bastante más eficaz resaltar las cualidades de nuestros hijos y plantear las mejoras como un reto. Por lo tanto, no debemos decir frases como: “tu hermana es más pequeña que tú y es bastante más responsable” o “si estudiaras como Daniel te irían mejor las cosas”.

7. Hijo mío, desquicias a cualquiera. La tarea de ser madre y padre es tremendamente complicada. Además, exige mucho tiempo, dedicación, cariño y no solemos ver los resultados hasta pasados unos meses y, hasta en algunas ocasiones, pasados años. A veces no damos abasto con todo lo que tenemos que hacer. Nuestro hijo nos está pidiendo que le ayudemos con los deberes o que juguemos con él y ante un momento de bloqueo estallamos: ¡no puedo más! Estas reacciones son normales, pero debemos evitar culpar al niño porque él no tiene la culpa, solo demanda atención como el resto de niños.

A veces no damos abasto con todo lo que tenemos que hacer

8. A tu edad, yo hacía los deberes solo. Las cosas van cambiando generación tras generación. Si comparamos las generaciones de nuestros abuelos, padres, las nuestras y las de nuestros hijos, seguramente encontraremos diferencias importantes. Por este motivo, es más eficaz hablar de nuestro hijo, con sus habilidades y sus dificultades, y de su contexto que hablar de nosotros mismos. Los tiempos son diferentes. Comentarios como siempre se ha hecho así y nunca ha pasado nada ayudan más bien poco a la situación en la que se encuentran nuestros niños y jóvenes. Entre otras cosas porque son generaciones y momentos diferentes. Aspectos como las nuevas tecnologías, la manera de comunicarnos y la inmediatez son características de nuestra sociedad actual que difieren mucho de décadas pasadas.

9. Podrías esforzarte más. Es muy habitual que digamos “Rubén, podías haber hecho más” o “María, como eres muy vaga, te has quedado en el cinco en Matemáticas”. Generalmente, este tipo de frases las solemos decir en el ámbito académico, aunque en el terreno deportivo también las pronunciamos: si te hubieras esforzado más, habrías metido un tercer gol. En ocasiones les exigimos demasiado. Queremos que se dejen la piel en algún ámbito concreto de la vida. No siempre están preparados o dispuestos porque o bien les cuesta más de lo que nos pensamos o bien no es lo que les motiva.

10. Si no apruebas el examen de mañana, olvídate de ir al cumpleaños de Pedro. ¿Te imaginas que por serle infiel a tu marido/mujer te despidieran del trabajo o te retiraran el carnet de conducir? Surrealista, ¿verdad? Es lo que constantemente hacemos con nuestros hijos. Las consecuencias de mi conducta en un área concreta de mi vida (ej. colegio) no deberían afectar a otras áreas igualmente importantes (ej. ámbito social). Por ese motivo debemos guardar cada cosa en su cajita como si se trataran de compartimentos estancos. Lo que ocurre en el colegio, tanto bueno como malo, se queda en el colegio. Y lo que ocurre en casa, se queda en casa. Por lo tanto, no castiguéis a vuestros hijos nunca sin salir o sin ir a un cumpleaños por haber suspendido.

La idea o el valor que está de manera transversal a todas y cada una de las “frases prohibidas” que hemos visto es la mirada incondicional. Queremos y apoyamos a nuestros hijos por el simple hecho de que son nuestros hijos. No hay ningún tipo de condicionamiento a nuestro cariño hacia ellos. Te quiero por ser quien eres, no por lo que haces o no haces. Otra cosa bien diferente es la conducta o el comportamiento. Ánimo, mamás y papás que buscáis constantemente una mejor educación para vuestros hijos y una mayor comprensión de ellos.

Rafael Guerrero Tomás es psicólogo y Doctor en Educación. Director de Darwin Psicólogos. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), de la Universidad Rey Juan Carlos y del Centro Universitario Cardenal Cisneros. Experto en Psicoterapia breve con niños y adolescentes. Miembro de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia.

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